Yo creía que el agua siempre unía. Que era un elemento de cohesión. Que su sola presencia compartida suponía un vínculo inevitable entre cuerpos distantes. Pues no. La escultora Louise Bourgeois (la de la araña gigantesca junto al Museo Gugenheim de Bilbao, entre otros) recientemente fallecida, nos muestra en esta fuente-escultura que el agua puede ser un elemento de separación.
La obra está en el Olympic Sculpture Park de la ciudad de Seattle, en Estados Unidos. Se llama "Father and Son" y se trata de dos figuras de bronce que representan un niño y su padre, desnudos, uno frente al otro. Cada una de las figuras está rodeada de un surtidor de agua programado de forma que cuando una está visible, la otra está oculta bajo una cortina líquida. Y así sucesivamente. De tal manera que sus miradas jamás pueden encontrarse.
Supongo que la escultora quiso representar la (para ella) inevitable incomunicación entre los padres y los hijos. El agua es el elemento que les oculta uno al otro con cruel alternancia, condenándoles al tormento del eterno desencuentro.
Inquietante.
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